1ª.- La vacuna y la vacunación
La creación de las vacunas contra el virus SARS CoV2 ha constituido un logro científico muy importante, en el cual han confluido investigaciones de más de dos siglos, así como el valor de algunas tradiciones y otras circunstancias. Que se hayan creado varias de ellas, ha hecho que una parte significativa de la población mundial y aun algunos gobernantes, estén suponiendo que con ese paso ya se está ad portas del fin de la pandemia. Una tal creencia trae consecuencias múltiples.
Se sabe que, además de la creación de las vacunas, es necesario que se cumplan otros pasos, para que éstas sean algo más que una esperanza. Será necesario que se den pasos como la fabricación de las dosis que se requieren (no menos de 12 mil millones de dosis en los plazos oportunos), que haya una distribución adecuada y suficiente de las mismas en los lugares que se necesitan e igualmente que la aplicación se haga en las condiciones exigidas y a un volumen de la población mundial de cerca de 6 mil millones de personas. Es una empresa de investigación, de salud pública, industrial, política y otros órdenes, de proporciones inéditas en la historia de la humanidad, por sus múltiples implicaciones, por su magnitud y por los plazos en los que se espera que se realice. Cabe agregar que es necesario tener en cuenta que las mutaciones del virus que se vienen registrado, podrían crear una situación nueva e inesperada. Para que se dé en forma completa el proceso de vacunación, se requieren conocimientos, voluntad política, dinero, personal capacitado, medios materiales y técnicos muy diversos (que tienen exigencias no siempre fáciles de cumplir), disposición de la población para aceptar ser vacunada y otros factores, entre ellos, la generosidad y capacidad crítica de muchos para disminuir, por ejemplo, el peso de prejuicios, de la desinformación y de los privilegios, así como capacidad para vencer obstáculos geográficos u otros que afectan el proceso. Dicho de otra manera, una cosa es la vacuna y otra es la vacunación.
La vacunación se ha iniciado en el mundo ya desde hace cerca de dos meses y, a la fecha, la velocidad de la aplicación y su cubrimiento es mucho menos significativo que lo previsto. Epidemiólogos autorizados afirman que, por ejemplo, al ritmo actual del proceso y sin que se presenten sorpresas o contratiempos mayores, este cubriría la población requerida para que se dé una inmunidad suficiente a nivel mundial, en el año 2033, esto es, dentro de 12 años. Por lo demás, si se evalúan con rigor las posibles implicaciones de las nuevas variantes del SARS CoV 2, las cuales han introducido preguntas respecto a diversos asuntos importantes de la pandemia, como el cubrimiento que tienen las vacunas, es posible decir que la vacuna es una gran esperanza, pero que, hay que juzgar su alcance real, con prudencia y con conocimiento de causa.
¿Podría exponer su concepto respecto a lo señalado?
Respuesta
La pregunta destaca que la humanidad se halla hoy ante dos grandes acontecimientos: el primero, es la creación de la vacuna contra la Covid 19. Y el segundo, es la vacunación a escala mundial, en un plazo reducido.
El primero es una hazaña científica de características singulares, por la rapidez con que fue lograda, por la multiplicidad de vacunas que se han anunciado y por otras razones, todo lo cual pone de presente la importancia que tiene, para la vida humana en general, y para la investigación científica en particular, la acumulación de saber.
Es claro que, sin esa acumulación de saber, ningún logro sería posible, ni científico, ni de otro tipo. Existe hoy la tendencia a suponer que los logros los hacen individuos muy capaces, solo gracias a sus dotes y a su esfuerzo, lo que es, sin duda, un factor significativo en cada avance; pero es necesario destacar al mismo tiempo, que esos sujetos están apoyados en una larga cadena de construcciones hechas por la humanidad, en amplios períodos, condición necesaria para cualquier avance. Interesa a los fines de este coloquio, señalar que el desconocimiento del valor de esa acumulación de saber, hace, sea por caso, que individuos o empresas, logren apropiarse abusivamente, a través de patentes, por ejemplo, del saber acumulado, dentro de esa lógica que reúne la investigación científica con el alto rendimiento económico y con el culto a la personalidad.
El otro gran acontecimiento, la vacunación, constituye una empresa de dimensiones colosales y probablemente únicas en la historia humana.
Es claro que si la vacunación tiene el éxito que muchos le deseamos, el hecho no solo hará retroceder la pandemia, sino que habrá de producir experiencias de gran valor. Señalo esto, por cuanto, como es sabido y paradójicamente en apariencia, no todo el mundo desea que la vacunación se realice.
Se conocen resistencias de diverso estilo contra este empeño, las que podrían jugar un papel infortunado para que se consiga el objetivo. Entre esas resistencias están aquellas promovidas por los movimientos antivacunas, movimientos que han venido creándose en el mundo, de tiempo atrás, aun cuando hasta ahora con efectos más bien locales. En este momento podrían constituir una verdadera amenaza para toda la humanidad.
Voy a referirme a este punto, solo globalmente por razones de tiempo. Quiero proponer unas consideraciones mínimas que buscan interrogar interpretaciones corrientes del fenómeno, esto es, que, para combatir esos movimientos, basta con invocar la racionalidad que presuntamente define a los humanos. Por tanto, considero que de lo que se trata no es simplemente difundir una información sensata. Estimo que es necesario ante todo intentar entender la lógica interna que rige esos movimientos, lógica que está fundada en la de las creencias humanas en general, que no son hechos que se puedan interrogar solo con acciones informativas.
Los movimientos antivacunas, están basados en lo que hoy se llama, teorías conspirativas, las cuales tienen la misma configuración que tienen las creencias. Señalo así algo central en la perspectiva del psicoanálisis.
Es aceptado que toda colectividad se configura como tal, a partir de un discurso; éste es condición necesaria para que se produzca el vínculo social. Sin la existencia de un tal discurso, no hay comunidad. Las comunidades religiosas, científicas o de cualquier otro tipo, requieren de un discurso común para configurarse como tales. Y ello también es válido al nivel más general, el de una sociedad, en la que, ciertamente, coexisten diversos discursos; pero se requiere que haya unos elementos discursivos mínimos y dominantes, que hagan posible algún grado de cohesión social. En su defecto lo que se impone es la fuerza. Estoy indicando algo que, de Rousseau a Lacan, es ampliamente aceptado.
Ahora bien, la pandemia ha puesto de presente más que nunca que, dentro del discurso dominante de la época, está el discurso de la ciencia. La dócil repuesta de la humanidad en el 2020 al llamado inicial de la medicina a refugiarse ante la presencia del virus, pone en evidencia la fuerza colectiva que tiene este discurso en la modernidad. Pero es necesario decir que, para un sector de la sociedad, la creencia en el discurso de la ciencia es de tipo religioso, es decir, que ese sector la asume como si allí residiera la verdad absoluta, a pesar de que la ciencia moderna parta de la base de interrogarlas. ¿Qué sucede cuando alguien, que necesita de verdades de ese tipo, reconoce que ese discurso no es absoluto? Busca sustituirlo por discursos que lo sean, y para ello declara, el discurso al cual se sometió inicialmente, como un engaño.
Es este un núcleo primordial del funcionamiento de las teorías conspirativas, y por tanto de los movimientos antivacunas, es decir, la necesidad de discursos absolutistas, en los cuales la duda y lo no sabido, están expulsados del discurso en el cual se cree. Ello implica reconocer que el absolutismo está en el centro del problema, el que, por su lógica interna, no admite ser combatido con meros argumentos racionales.
Para concluir señalo lo siguiente: tales movimientos implican decisiones políticas y no simplemente educativas, en lo cual de lo que se trata es de decidir qué espacio es posible darle en una sociedad democrática el absolutismo. Quizás haya ocasión de precisar hoy algo más sobre la lucha contra las nuevas formas del absolutismo.
2ª.- La ética, la ciencia y la pandemia
Es claro que hoy se acepta, al menos en un contexto ilustrado, que en especial a partir de las consecuencias que tuvo para la ciencia la creación de la bomba atómica, y después, con otros muchos hechos de importancia para la investigación, que la separación entre ciencia y ética, es algo que ningún científico razonable sostendría en nuestro tiempo. No estamos en el lugar que Oppenheimer denunció al respecto, no sin severos remordimientos, en los años 40 de la postguerra del siglo pasado, y menos aun en el de los científicos (notables como tales, algunos de ellos) que promovieron, sin remordimiento alguno, la empresa siniestra de eugenesis y otros hechos desplegados por los nazis, o en el de científicos de principios del siglo XX que investigaron en una perspectiva que puso su campo científico al servicio de meros intereses económicos o de la destrucción, con la creación de armas químicas que llenaron de vergüenza, transitoria por lo demás, a los actores principales de la llamada Gran Guerra de 1914-1918. Ello significa que, tanto los científicos como sus comunidades, muy en particular las médicas, le asignan actualmente un valor importante a la ética en la investigación y a sus consecuencias en la vida de los humanos.
A pesar de ese avance, la OMS ha dicho ya que la humanidad está hoy al borde de un fracaso moral de proporciones mayores, dado que se han producido diversos manejos de tipo ético y moral en la pandemia por responsables de diferentes campos que conciernen también a la investigación. Por ejemplo, hay importantes indicios de que se aceptaron condiciones que impusieron los empresarios y/o los políticos para la investigación necesaria para la creación de las vacunas, en forma acrítica en algunos casos, a sabiendas, debe suponerse, del problema ético y moral que se avecinaba. En ese sentido, cabe preguntarse, por ejemplo, si lo que se acostumbra a llamar en los medios médicos “medicamentos éticos” es un nombre que puede ser plenamente utilizado para las vacunas.
¿Qué opinión le merece lo señalado, teniendo en cuenta el o los campos de trabajo en los cuales usted actúa, o aun más, como sujeto ético?
Respuesta
Las preguntas éticas que suscita la pandemia, son múltiples y nos conciernen a todos, según el lugar y las funciones que tengamos en la sociedad. A pesar de ello, tales preguntas no son efectivamente asumidas por todos. La pandemia se las plantea a los ciudadanos en tanto tales, a los gobernantes y a los científicos; también a los padres de familia, a los educadores y a los trabajadores de todo tipo; y así sucesivamente. Desde ese punto de vista, pienso que la pandemia es un acontecimiento del que podría esperarse que quizás trajera algún progreso en la conciencia ética de muchos y en muy diversos campos. Ello sería un efecto muy positivo de este acontecimiento, en tanto se puede afirmar que a mayor sentido ético en una sociedad y en sus miembros, hay mayores posibilidades de un mejor funcionamiento individual y colectivo, esto es, un funcionamiento en el cual el bien decir de los sujetos fuera un empeño primario de su existencia.
No obstante, es necesario tener en cuenta al menos dos hechos:
Primero, que la desgracia no necesariamente corrige lo peor de los humanos. Por el contrario, muchas veces les hace más ruines y abyectos. En ese sentido el sufrimiento y las limitaciones, como los que conlleva la pandemia, a menudo autorizan a muchos, a la realización de actos dañinos contra otros, como se puede verificar de diversas maneras.
Shakespeare escribió una pieza de teatro, extraordinaria, Ricardo III, en la que muestra esta dimensión de lo humano, esto es, allí se reconoce con precisión cómo el sufrimiento autoriza a cierto tipo de sujetos a actuar en desmedro de los demás, sin culpa alguna por ello, en tanto, ya se han abstenido de lo que debían abstenerse y han sufrido lo que suponen que debían sufrir. Freud aprendió esto de Shakespeare y lo llevó a la práctica analítica, a la observación y a su concepción de los humanos. Cabe acotar que antes y después de Shakespeare, otros grandes escritores, de diversas las latitudes, han reconocido esa lógica esencial del sujeto. La pandemia ha mostrado ya la acción de esta característica de muchos.
El segundo de los hechos a tener en cuenta en esa dificultad para avanzar hacia un mayor sentido ético a raíz de la pandemia, es que la época fomenta en grado superlativo, como pocos momentos de la historia humana, lo que los griegos llamaban la hybris, esto es, esa conjunción que se da en ciertos sujetos entre la desmesura y la vanidad. Desmesura en el irrespeto de los límites que nos fija lo existente y en el convivir con otros, y desmesura en los supuestos con los cuales se afrontan las relaciones con la vida. Nuestro tiempo es tiempo de hybris, y no por casualidad llegamos a situaciones en las que la catástrofe ya no es un asunto que se pueda calificar de mero alarmismo. Ahí están la pandemia o las consecuencias del cambio climático para considerar que es necesario tener en cuenta lo real de la amenaza.
Ello gravita en contra de avanzar en cuanto a las posibilidades éticas que se abren con la pandemia.
Considérese un punto que apoya lo señalado: la historia muestra que los humanos no reaccionamos bien siempre, desde el punto de vista ético, ante las epidemias. Si se toma como referente lo sucedido en ese sentido con la llamada “gripa española”, a comienzos del siglo XX, no habría mucho lugar para la esperanza. Lo que sobrevino después de desaparecida la gripa española, no fue un mayor sentido ético de las sociedades sino, por el contrario, el deseo furioso de grandes mayorías, en especial en los centros mundiales de poder, para que los científicos, los gobernantes y en general la sociedad avanzara en dirección de la venganza y del odio.
Einstein lo reconoció así poco antes del asenso al poder de los nazis, e invitó a Freud a que pensaran juntos la degradación que esto implicaba y la cual era posible ya establecer en ese momento. Aspiraba a que tal vez con ello pudieran contribuir a detener el desastre. Queda de ese momento sublime de encuentro entre el científico y el investigador de la subjetividad humana, reconocimientos capitales que, si bien no consiguieron detener lo peor, sí produjo proposiciones esenciales respecto a la importancia que tiene para la comprensión de lo humano, darle un lugar allí al empuje radical que habita al sujeto hacia lo mortífero y cómo éstos tienden a justificar el odio y lo mezquino incluso a través de sofisticadas elaboraciones.
Quizás deba agregar para concluir, que todo ello ha permitido al psicoanálisis poner en cuestión toda ética de las intenciones, la cual exime a los humanos de considerar las consecuencias de sus actos. En ese sentido se reconoce más bien en lo que se designa como la ética de las consecuencias.
3ª.- Sobre la duración de la pandemia
Para múltiples hechos es necesario prever algo acerca de cuál sería la duración de la pandemia. Esto se requiere para fines colectivos e individuales, así ese cálculo sea susceptible de correcciones constantes. Si esa suposición no se hace con fundamentos racionales, se realiza en general con base en la imaginación y/o en informaciones dispersas, muchas veces producto de ignorancias y de teorías dudosas. Ese cálculo requieren hacerlo los gobiernos, las familias, las instituciones, los hospitales, las personas y las colectividades, ojalá con rigor para poder proyectar decisiones y acciones; y curiosamente ese cálculo no se propone siempre en forma explícita por aquellos que pueden pensarlo con las mejores razones. Carecer de bases adecuadas para ello es estar expuesto a que la contingencia depare más sorpresas de aquellas que razonablemente sean aceptables; a que se tomen riesgos innecesarios que se podrían evitar y que pueden afectar, en algunos casos, a muchos.
Para efectuar ese cálculo es necesario tener en cuenta aspectos que la ciencia puede examinar y definir con certeza relativa. Por ejemplo, la vecindad factible o no, de nuevas pandemias, como algunos científicos lo vaticinan, dado, sea por caso, el empuje que tiene inestabilidad de diferentes especies vivas con el cambio climático, o que las mutaciones que hoy se registran del SARS CoV 2 generarán previsiblemente una enfermedad similar, pero finalmente distinta a la Covid 19 y su eventual gravedad. Ciertamente para hacer un cálculo de ese orden, por lo menos a corto y quizás a mediano plazo, sería posible arriesgar hipótesis del tipo “La pandemia, de acuerdo con tales observaciones, deberá afectar a la población mundial no vacunada al menos un año aproximadamente”, o algo similar.
A su juicio, y luego de considerar lo que usted estime conveniente, ¿podría darnos su concepto sobre lo indicado, en lo cual tenga en cuenta lo que piense acerca de la duración de la pandemia?
Respuesta
Le escuché decir a un científico, con argumentos diversos y respetables a mi juicio, que la pandemia podría durar no menos de 3 o 4 años y que, aun más, existe una seria posibilidad de que tengamos que pensar ahora la vida a partir de la presencia de pandemias sucesivas. Al parecer no se trata de un llamado mentiroso sino de un juicio basado en datos que disponen más precisamente los científicos. Si a ello unimos que ya resulta incuestionable que la ciencia, y aun la mera sensatez, pronostican que estamos al borde de la catástrofe del planeta, a causa del cambio climático, me pregunto si no tenemos ya la obligación de repensar radicalmente, no solo el modo de producción que rige el mundo contemporáneo, sino ante todo las concepciones en las cuales basamos nuestros hábitos más recurrentes y significativos, como son los hábitos de consumo, en su conjunto, y en general interrogar la actitud dominante frente a lo existente y las formas como ésta se promueve. Lograr repensar radicalmente lo señalado podría implicar una reforma profunda de los espíritus, lo cual, de todas formas, se ha dado ya en ciertos momentos de la historia, cuando se cumplen determinadas condiciones. También lo logran algunos sujetos cuando son capaces de ponerse en cuestión a sí mismos seriamente, en cuanto a sus modos de estar en el mundo. La pandemia ha venido a hacer más necesaria aun esa reforma del entendimiento y parece forzarnos a hacerla.
Propongo que se piense en esa perspectiva en un punto que tiene implicaciones máximas. Michel Serres, un físico notable y filósofo eminente, expuso argumentos sólidos para que se reconozca la importancia de hablar de los derechos de la naturaleza. Ello implica, entre muchos hechos, que la naturaleza y lo que la configura, empezando por los animales, pero incluyendo también a las plantas, no deberían ser pensados esencialmente como un simple recurso económico, del cual los humanos pueden disponer a su antojo, sino que deberían ser considerados integralmente como compañeros respetables y respetados de la vida. No se trata de un llamado poético o idealista, sino de una base para una reforma del entendimiento, la cual incluya la idea de que todo compañero de vida no es un objeto con simple un valor de uso o de cambio, sino que ello exige reconocerle al menos a lo vivo los derechos que merece todo compañero de existencia.
Estimo que en las sociedades contemporáneas, y a pesar de los serios intereses que pone en cuestión una propuesta como la de Michel Serres, se avanza en la adopción cada vez más amplia de la misma, la cual el psicoanálisis acoge e igualmente establece, a partir del cuestionamiento que hace del régimen patriarcal, el cual ha ordenado hasta hace poco, en forma primaria, las relaciones de los humanos con el mundo, al colocar al hombre como el Uno de lo existente, a partir del valor fálico inmutable que se le adscribe a éste. En su lugar propone reconocer y trabajar para darle un lugar cierto a lo múltiple y a lo diverso como condición de toda definición posible de lo real.
Considero entonces que es necesario saber que hay hechos como la pandemia y el cambio climático que, en tanto no se trata de hechos pasajeros, nos exigen esa reforma que se basa en la destitución del hombre como el Uno de lo existente.
Menciono un ejemplo sencillo en apariencia, pero que podría implicar más consecuencias de lo que uno podría imaginar, y es el hecho de tener que vivir siempre con mascarilla, en cualquier espacio social en el que uno se encuentre. ¿Qué puede significar, cabe preguntarse, la desaparición de la sonrisa en la vida pública? ¿Qué puede implicar que la mirada llegue a dominar las formas de relación con el semejante? La máscara fue un signo de desconfianza y el término “desenmascarar” equivale a denunciar un engaño. ¿Acaso ello implica tener que vivir en la desconfianza hacia el otro? Dicho de otra manera, ¿se puede instalar en la vida lo que quizás pueda llamarse un régimen de sospecha radical y permanente? ¿Qué implicaciones puede tener eso, por ejemplo, para los niños, es decir, crecer y vivir en un régimen de sospecha radical hacia el otro? ¿Acaso este hecho explica lo que he conocido por diferentes vías, entre ellas en mi práctica como psicoanalista, y es el cambio radical que ya experimentan no pocos niños hoy en cuanto hace a su comportamiento en la escuela, cuando han pasado de una agitación más o menos maníaca allí, que caracterizaba a los niños, en especial en América Latina, para ser ahora, sujetos dóciles y aun a veces, algunos de ellos, melancólicos o temerosos? Registrar hechos como estos obliga a considerar que hay otras dimensiones de la vida diferentes a la salud física que es necesario considerar en cuanto hace a cómo pensar la pandemia.
Medellín, febrero 25 del 2021
___________________________________________________________________
(1) Este documento incluye las preguntas que fueron propuestas a los tres expositores del coloquio organizado por la NEL Medellín el 25 de febrero del 2021 bajo el título “La medicina y el psicoanálisis ante la pandemia”. Tales preguntas y la justificación de cada una de ellas, fueron elaboradas por la Comisión de Biblioteca de la NEL Medellín, la cual autorizó la difusión de las mismas en este documento. A continuación de cada pregunta se presentan las respuestas de Juan Fernando Pérez durante el evento.
No se incluyen aquí las respuestas de los doctores Luís Fernando García, médico inmunólogo y microbiólogo, y Francisco Gómez Perinaud, cirujano cardiovascular, presidente y magistrado del Tribunal de Ética Médica de Antioquia, quienes también las respondieron; tampoco se presenta aquí la discusión que se produjo en la parte final el coloquio. Es posible acceder a la grabación del evento en https://nel-medellin.org/primero