Porque es notable que ustedes me planteen preguntas sin que les preocupe
mayormente en qué me fundamento para sostener las posiciones más o menos exactas
que ustedes me atribuyen.
Es esencial que el lugar de la enunciación no sea elidido de ningún enunciado, sépanlo
-Lacan[1]–
NOTA PRELIMINAR
Cuando se habla del nivel de la enunciación en psicoanálisis, se suele pensar que es un término correspondiente a la primera enseñanza de Lacan y, entonces, por ello, se le desvaloriza un poco a favor de términos como inconsciente real, goce, parlêtre, cuerpo hablante, entre otros, de su última enseñanza. Sin embargo, cuando en una lectura lógica o retroactiva, buscamos qué fue del término en su última enseñanza, nos encontramos que sigue vigente, sólo que, enriquecido desde esa perspectiva última en la que se detiene con lupa en lo enunciado sobre lo real y el goce en los años precedentes.
Lo ilustro tomando algunas reseñas del Índice referencial de Henry Krutzen[2] que perfilan las temáticas y los registros a partir de los cuales Lacan trata de la enunciación a través de su enseñanza.
Seminario 24: la enunciación es el decir (11 de enero 77)
Seminario 23: La enunciación es el enigma llevado a la potencia de la escritura (11 de mayo 76)
Seminario 16: La enunciación es el nivel del goce y del saber (21 de mayo 69)
Seminario 13: La enunciación y agujero del sujeto (8 de diciembre 65)
Seminario 11: Aquello de lo que habla toda enunciación es del deseo (22 de abril 64)
Seminario 3: El yo [de la enunciación] es el yo que pronuncia el discurso (22 de abril 64).
Estos 6 indicadores dan cuenta pues de la importancia de este nivel en la enseñanza y en la clínica de Lacan, en general, y, en, particular, en nuestro trabajo analítico y en la formación implicada en él. Así escribo esta nota preliminar para justificar por qué decido difundir tres textos a través de los cuales comparto tres experiencias en las cuales tuve que acudir al término para esclarecer situaciones analíticas. Conforman, pues una trilogía que comienza hoy con un texto motivado en la Noche de escuela en la NEL-Medellín del 12 de julio pasado. Luego vendrá otro, producto de una experiencia de lectura y, finalmente uno, producto de una experiencia clínica.
Agradeceré los comentarios o correcciones que el lector pueda hacer a estos textos y espero que contribuyan en alguna medida al esclarecimiento de un concepto cuyos rendimientos clínicos y de formación son invaluables.
I
DISIPANDO UN MALENTENDIDO O FE DE ERRATAS SOBRE UNA CITA DE FREUD EN LA NOCHE DE ESCUELA DEL 12 DE JULIO SOBRE “EL AMOR DE TRANSFERENCIA, AÚN”
Para mi intervención en la noche de escuela de la NEL-Medellín el pasado 12 de julio[3], había citado a Lacan en su Seminario 8, La Transferencia (1960-61), respecto a la manera cómo el amor de transferencia inaugura el trabajo analítico propiamente dicho:
Al comienzo de la experiencia analítica, fue el amor. Es un comienzo no de creación, sino de formación[4]. La célula analítica es cualquier cosa menos un lecho de amor. Es la situación más falsa que pueda haber.
[…]
El pequeño Eros, cuya malicia, en lo más repentino de su sorpresa, golpeo al primero [Breuer] y le obligó a huir, encuentra a su amo en el segundo, Freud[5].
A diferencia de Breuer, Freud se convierte en el amo del temible pequeño dios [Eros]. Opta, como Sócrates, por servirle para servirse de él [6]
Por eso me extrañó la cita de Freud que la comentadora de los textos, Gladys Martínez, de la NEL-Cali, trajo a colación, acerca de lo que, según entendí, fue para él el amor de transferencia, algo del orden de una “humillación” para nuestra disciplina. El término “humillación” no me cuadraba, en general, con la enunciación de Freud a la que estoy acostumbrada. Él es siempre muy claro cuando se trata de declarar los límites de sus investigaciones; además, los términos con los que, retroactivamente, rectifica proposiciones anteriores, son más bien lógicos, es decir, están fuera de los marcos fantasmáticos de una humillación o de una derrota imaginaria[7]. Tampoco me cuadraba con lo que Lacan destaca de él respecto a Breuer,[8] pues ocurrió mucho antes de que Freud formalizara algo sobre la transferencia en sus “Escritos técnicos”[9], pero debió ser una experiencia que seguramente tuvo muy presente en sus escritos sobre el amor de transferencia. Así que fui a verificarla después de la Noche de escuela para esclarecer el asunto. Como no la encontré donde Gladys nos había dicho inicialmente, Sobre la dinámica de la transferencia (1912), le pregunté y esta fue su respuesta:
La referencia que di en las Noches de Escuela no está correcta. Creo que dije que se encontraba en el texto de Freud Sobre la dinámica de la transferencia y ésta realmente se encuentra en las Conferencias de introducción al Psicoanálisis, específicamente en la #27 que lleva por título «La transferencia».
En la versión de Amorrortu, Tomo XVI página 401 dice: «Y, de hecho, a medida que nos adentramos en la experiencia menos podemos negarnos a esta enmienda vergonzosa para nuestro rigor científico«.
En la versión de Ballesteros, -que fue de donde tomé la cita- la encuentras en la página 2398 del Tomo II. Allí dice: «Así es, en efecto, y cuanto más amplia se hace nuestra experiencia, menos podemos oponernos a esta humillante rectificación de nuestras pretensiones científicas«.
Sobre esa corrección de la fuente, releo entonces el texto para esclarecer el misterio, situando la cita en su contexto y en su relación con la enunciación de Freud[10]. Es decir, identificando a quiénes se dirigía, con qué propósito y a qué se refería con esa expresión de “una enmienda vergonzosa para nuestro rigor científico” o, en los términos de la edición de Ballesteros: “esta humillante rectificación de nuestras pretensiones científicas”. Me pregunto: ¿cuál es la rectificación: la transferencia o el amor de transferencia?, ¿por qué esa rectificación es humillante o vergonzosa?
1.- ¿Cuál es la “rectificación”?
Releyendo la conferencia en el nivel de su enunciación, nos damos cuenta de que, en el contexto de las Conferencias de Introducción al psicoanálisis, Freud no se dirige a los analistas, sino a la gente del común o a interesados que quisieran saber qué es el psicoanálisis, qué ha descubierto y qué propone en términos terapéuticos. Esta es la penúltima de las 28 lecciones y está dedicada a introducir lo que es la experiencia de la transferencia y su función en la terapia analítica. Lo cito en su propósito al respecto[11]:
Señoras y señoras: Ahora que nos acercamos al término de nuestros coloquios, nacerá en ustedes una cierta expectativa razonable. Piensan y piensan bien, que no los he conducido a campo traviesa por el material psicoanalítico para abandonarlos al final sin decirles palabra sobre la terapia, en la cual, sin duda, reside toda la posibilidad de cultivar el psicoanálisis. Y a mí me resulta imposible escamotearles este tema, pues en él podrán ustedes tomar conocimiento, por la observación, de un hecho nuevo sin cuya comprensión los procesos patológicos que hemos estudiado quedarían sensiblemente incompletos.
Ese “hecho nuevo” es la transferencia. Freud va muy paso a paso, de manera muy didáctica, invitando a la reflexión a sus lectores y formulando las preguntas a partir de la experiencia. Así, es en la tercera parte de la conferencia cuando va a ir directo al grano[12]: “Y ahora, al hecho”. Después de presentar la manera cómo la terapia opera en los casos de histeria, de estados de angustia y neurosis obsesivas, Freud contrasta con la manera cómo esas mismas intervenciones no tienen ningún efecto en casos de paranoia, melancolía y demencia precoz (p. 398-99). Y se pregunta: “Estamos ante un hecho que nos desconcierta y que nos impone esta duda: ¿Hemos comprendido realmente todas las condiciones que determinan el éxito posible en las otras neurosis?[13]” Enseguida indica que hay un segundo hecho al que no se estaba preparado en el trabajo analítico, aún con la histeria y la neurosis obsesiva[14]:
Pasado un tiempo, en efecto, no podemos dejar de notar que estos enfermos se comportan hacia nosotros de una manera muy particular. Creíamos haber computado todas las fuerzas impulsoras que intervienen en la cura y racionalizado la situación que se crea entre nosotros y el paciente, de suerte que la dominaríamos como si se tratase de un problema aritmético; y hete aquí que parece haberse filtrado algo que no se había evaluado en ese cálculo. Esto nuevo inesperado es a su vez muy proteico; describiré en primer término sus formas de manifestación más frecuentes y más fácilmente comprensibles.
Al final de esas descripciones, Freud formula una pregunta en el marco de la cual encontramos nuestra frase[15]:
Ahora bien, semejante confesión nos toma por sorpresa[16]; se diría que echa por tierra nuestros cálculos. ¿Puede ser que hayamos omitido en nuestro planteo los pasos más importantes?
Y, de hecho, a medida que nos adentramos en la experiencia, menos podemos negarnos a esta enmienda vergonzosa para nuestro rigor científico. Las primeras veces pudo pensarse, acaso, que la cura analítica había chocado con un escollo debido a un suceso contingente, es decir, que no estaba en sus propósitos ni fue provocado por ella. Pero si ese vínculo tierno del paciente con el médico se repite de manera regular con cada nuevo caso; si una y otra vez se presenta, en las condiciones más desfavorables y originando malentendidos directamente grotescos, aun en la mujer ya anciana y respecto del hombre encanecido, aun allí donde a nuestro juicio ya no hay nada seductor; si tal ocurre, tenemos que abandonar sin duda la idea de una contingencia perturbadora y reconocer que se trata de un fenómeno que está en la más íntima relación con la naturaleza de la enfermedad misma.
Llamamos transferencia a este nuevo hecho que tan a regañadientes admitimos.
Aclarado el misterio, entonces: lo que está calificado de “vergonzoso” no es ni el amor de transferencia, ni la transferencia, delatada por este en la clínica o por su reverso hostil, sino “la enmienda” que debió hacerse en el cálculo de los factores que contribuyen a los posibles éxitos en las neurosis. La transferencia es, al contrario, ese hecho nuevo, sin cuya comprensión los procesos patológicos estudiados quedarían sensiblemente incompletos; es el fenómeno inesperado, prometeico, que está en la más íntima relación con la enfermedad misma. La transferencia es aquello que había quedado por fuera del cálculo del analista, Breuer en el caso de Ana O, por, ejemplo; y Freud mismo en el caso de Dora, donde la transferencia hostil hacia Freud, indicada por ella en un “no”, escapó al Freud advertido hasta entonces de la transferencia amable desde los tiempos de Ana O.
2.- ¿Por qué esa “enmienda” es “humillante” o “vergonzosa”?
La “enmienda”, es decir, la inclusión de lo que se omitió en los planteos o cálculos de la terapia analítica en sus inicios sería algo del orden de lo “humillante” o “vergonzoso”. En este punto nos damos cuenta de que los términos de las dos traducciones de las que disponemos en español no son unívocos, ni siquiera sinónimos: una cosa es la humillación y otra muy distinta la vergüenza. Creo que será necesario ir al término original en alemán para esclarecer algo de lo que realmente quiso subrayar Freud respecto a esa rectificación en los cálculos aritméticos de la terapia analítica.
Así que dejo aquí, por si algún lector puede encontrarlo y comunicárnoslo, pues sabemos que la lengua alemana tiene matices de difícil traducción. Seguramente la falta de acuerdo en las dos traducciones es un indicador de que el término que buscamos implica algún matiz de ese orden. En todo caso, seguramente, estaría más bien en el horizonte de lo que Lacan, que leía bien el alemán, subraya de esos primeros momentos en los que un analista, y Freud no fue la excepción, deberá vérselas con el amor de transferencia en todas sus variedades, directas o sublimadas[17]: se trata de un momento “de formación”, más que de humillación o de vergüenza. Quedamos, pues, a la expectativa del término alemán para verificar o corregir nuestra hipótesis de lectura sustentada en el término común que encontramos en la cita inicial de Lacan y en una de las de Freud “sorpresa”. La razón es que podemos suponer que cuando Freud habla del amor confesado que toma por sorpresa al analista, quizás se esté refiriendo a Breuer, tal como lo indica Lacan.
[1] Lacan, Jacques. “Respuesta a estudiantes de filosofía” (19 de febrero de 1966). En: Otros escritos, Buenos Aires, Paidos, 2012, p. 223.
[2] Krutzen, Henry. Jacques Lacan. Seminaires (1952-80). Index référentiel. [Índice referencial de los seminarios de Jacques Lacan (1952-1980)]. Paris, Económica-Antrophos, 2005, P. 214-215.
[3] Saldarriaga, Ana Victoria. Del nuevo amor en la transferencia analítica.
[4] Lacan, Jacques. Seminario 8, La trasferencia. Buenos Aires, Paidós, p. 13. Todos los subrayados del texto son míos.
[5] Ibid., p. 17.
[6] Lacan, Ibid., p. 18
[7] Cf, por ejemplo, sus notas al caso Dora, a los Tres ensayos para una teoría sexual o a La Interpretación de los sueños.
[8] Cf. Estudios sobre la histeria (1893-95). El caso de Ana O.
[9] Cf. Sobre la dinámica de la transferencia (1912) y Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (1914)
[10] Sigo la edición de Amorrortu, que es de la que dispongo en este momento.
[11] Freud, Sigmund. “Conferencia 27. La transferencia”. En: Conferencias de Introducción al psicoanálisis. (Parte III) (1916-17). Obras completas, Amorrortu Editores, 2011, Vol. XVI, p. 392.
[12] Ibid., p. 398.
[13] Ibid., p. 399.
[14] Ibidem.
[15] Ibid., p. 401-2.
[16] La de algunas pacientes sobre su amor al analista.
[17] Cf. Freud, ibid., p. 402: “La transferencia puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en formas más atenuadas”: el reclamo de ser la hija predilecta; el de una amistad indisoluble, ideal, no sensual; formas sublimadas, formas del amor imposible, etc.