Identificaciones y recorrido analítico //Por: Cecilia María Restrepo (Asociada)

La elaboración que puedo presentar es fruto del trabajo realizado en el Cartel: La(s) identificación(es). La pregunta inicial la pude formular así: ¿Cuáles son esas identificaciones fundamentales que se hacen presentes en un recorrido analítico y deben ser abordadas para hacer posible la salida del dispositivo?

Se parte entonces de lo que nos indica Juan Fernando Pérez «En psicoanálisis, se habla de identificación para señalar un mecanismo (y sus efectos), mediante el cual un sujeto adopta como suyos uno o más atributos, provenientes del Otro, que asume como propios, y halla un lugar en el mundo desde donde le es posible actuar.»[1].

¿Cuál es entonces ese mecanismo y sus efectos?, ¿Por qué es necesaria tal adopción? y ¿Qué es eso de lugar? Son preguntas que se hacen presentes en el cartel, orientando a otro rumbo la pregunta inicial.

Si la identificación permite insertarse en el Otro y por el momento consideramos el Otro como aquel que establece el orden simbólico, entonces los miembros del Cartel dicen: bienvenidas las identificaciones, tratemos de comprenderlas y valorándolas, pues trae bondades para la cultura, dan nombre y lugar a una persona, sin embargo ¿por qué el psicoanálisis y la formación del analista se orientan hacia hacer caer las identificaciones?, ¿qué maldad encubren?

De esta manera en vez de reducirse la pregunta inicial se abría el abanico de interrogantes que parecían no tener fin.

Permite un punto de anclaje el trabajo que anuncia Miller en los signos del goce como la doctrina de la identificación, y se presenta en el capítulo VII denominado «Constituyente-Constituido». El autor con respecto a la identificación trata de comprender una elaboración de Lacan que se encuentra en Escritos2, pág. 658 «Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad» y que dice: con respecto al sujeto «Más bien se complacerá en encontrar en él (refiriéndose al Otro) las marcas de respuesta que fueron poderosas a hacer de su grito llamada».

Este trabajo consigue extraer varios puntos que permiten acercarse a eso del mecanismo de la identificación y sus efectos tal como nos lo presenta Juan Fernando.

Uno: La mutación significante: Se puede decir que un nuevo ser antes de hablar grita y para que el grito se haga llamado debe existir otro que lo reciba, de ese otro viene un «eres tú», es decir se presenta el reconocimiento de que detrás del grito hay un sujeto.

De esta manera el grito y la respuesta nos indican que hay sujeto e incluso que lo representa. Con ello hay significante. Es como lo dice Miller «una elevación de una realidad al rasgo de significante»[2], obviamente no toda la realidad puede ser significante, no todo es significantizable, sin embargo, hay una realidad que si puede significantizarse y con ello se hace insignia. Lo que es necesario diferenciar es que el reconocimiento es diferente a la respuesta. Las respuestas son diversas y con ello diversas marcas.

Dos: Las dos identificaciones fundamentales; la Constituyente y la Constituida, que permiten reconocer la pluralidad de las identificaciones en oposición a «La identificación» como mecanismo.

Siguiendo con esta lógica, el grito viene del nuevo ser, la respuesta viene del Otro, y esa respuesta vuelve al Sujeto y lo modifica dejando una huella y haciendo un destino.

De esta manera se comprende que existe una identificación que viene del Otro, de su respuesta y que por ello se le denomina Constituyente pues legisla algo en el sujeto en quien se «Constituyen» unas marcas con sus efectos. Hoy me atrevo a decir que en esa lógica tan simple se encuentra la matriz del mecanismo de la identificación.

La Constituyente o sea la respuesta del Otro, se traduce al lenguaje de Freud por el Ideal del Yo, viene a ser el resorte de las identificaciones, conjunto de marcas que el sujeto lee del Otro, que permiten la representación significante del sujeto.

La Constituida, efecto en el sujeto es el yo ideal, significante que representa al sujeto.

De esta manera hay una primera respuesta a la pregunta inicial, en un recorrido analítico es necesario dar cuenta de ese momento de nacimiento del sujeto al mundo de las identificaciones.

Tres: La identificación al rasgo, al ideal del yo, indica Miller es equiparable al del Sujeto Supuesto Saber en la transferencia, es decir al igual que el SsS produce efectos en el sujeto, el ideal del yo, produce efectos de S1 en el sujeto.

El testimonio de Silvia Salman lo dice bellamente: «…la mirada del padre escribe un trazo: dibujo animado…Un S1, que a partir de allí animará al sujeto y alrededor del cual se dará vida tanto al síntoma como al fantasma…. Del dibujo animado pude extraer la prevalencia del objeto mirada…lo vivo en lo animado, que hace contrapunto al goce mortífero de la anorexia vinculado al Otro materno…un cuerpo que se escabulle, que no puede ser agarrado ya que no se trata de un cuerpo de carne y hueso… y un modo de nombrar en masculino, que dejará en suspenso la construcción de un cuerpo de mujer»[3]

Esto me permite comprender dos aristas nuevas, la primera que es diferente el fenómeno y la estructura. Para la identificación el fenómeno es del orden de lo observable, un sujeto responde, actúa, dice como otro; se encuentra en el análisis o en la vida cotidiana que el sujeto reconoció un rasgo y lo hizo propio. «igualito al papá», o al contrario hace lo diferente por oposición a eso con lo que se identifica. Ello entonces corresponde al fenómeno.

Para la estructura, en este caso la de la identificación, es necesario considerar la pregunta: «Desde donde me miro», es decir desde donde se comanda la identificación, pregunta necesaria de responder en un análisis pues corresponde a una lógica que determina las respuestas de un sujeto.

Si el sujeto al ver su imagen en el espejo cree ver a alguien, requiere apelar con la mirada a un testigo para que con su respuesta afirme o niegue eso que es su imagen; allí se produce la identificación, es el Otro quien se la da. Miller nos dice: «el sostén de toda identificación es en el fondo el llamado al Otro, la demanda de un consentimiento o, al menos, de una respuesta».[4]

Se puede decir entonces que allí el sujeto deja de ser lo que es, pues en ese momento acorde a la respuesta del Otro, se engancha a un significante, que ya es del sujeto y que determina su ser en el mundo. El Ideal del yo entonces es la respuesta del Otro. Y en ese mecanismo de apropiación nace el sujeto.

Como segunda arista, se puede comprender que el S1 se puede considerar como una «insignia», en el sentido que son las marcas de la respuesta del Otro, que indican que hay un amo con atributos de poder, tanto porque indican el trono y la corona, como porque se vuelven absolutas en un sujeto, se es así y punto, allí es donde se puede comprender ese asunto de maldad que indicaba inicialmente, pues los significantes aniquilan al sujeto y se le imponen.

En el curso del 16 de enero del 2008 Miller lo dice muy bien: «: El dicho primero decreta, legisla, vuelve aforismo, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad. Y si se toma, dice Lacan, un significante como insignia de esa omnipotencia, es el rasgo unario, que él ha bautizado así, y que es el núcleo del ideal del yo»

De esta forma se puede comprender como a ese rasgo que se toma por la respuesta del Otro, a ese Significante Uno se adhiere un goce, al que el sujeto difícilmente renuncia por la satisfacción que trae, al cual el sujeto se hace esclavo, determinando incluso el destino del sujeto. El Uno no es sin Otro, pero tampoco es Otro.

El testimonio de Leonardo Gorostiza que pronuncia en Bogotá, me permite reconocer la lógica que acabo de exponer de la siguiente manera: leí del Otro el dolor del desamor y con ello me dediqué a curar, leí su enojo y retrocedí frente a él, leí el sin medida en su locura y me hice el calzador. En todos ellos cuál es el núcleo, el ideal del yo, que podría denominarse «el ideal sin yo» para este sujeto: «El sin medida», en cada uno de sus destinos estaba sin límite, sin medida, ese es el goce del que difícilmente se desprende.

Notas

  1. Pérez Juan Fernando, «Clínica y teoría de las identificaciones». Nel Medellín. Digiprint Editores. Bogotá. Pág. 16.
  2. Miller, Jacques Alain. Los Signos del Goce» Paidós. Buenos Aires pág. 108 (mayúscula inicial).
  3. Revista Lacaniana de psicoanálisis. Numero 10. Págs. 93 y 94.
  4. Pág 135.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.