
UN RECORRIDO EN MILLER SOBRE EL UNO. TRABAJO DE CARTEL A PROPÓSITO DE ENAPOL
Ana Ricaurte
NEL-Guayaquil.
A propósito de la lectura del seminario de Orientación Lacaniana del 2011 “El ser y el Uno” dictado por Jacques-Alain Miller, creo oportuno situar algunos hitos en su orientación sobre la última enseñanza de Lacan, que él ubica a partir de La tercera, conferencia en Roma 1973, en la cual plantea el giro a la eliminación del sentido, diciendo puntualmente el sentido engorda el síntoma. Este es el mismo momento del seminario 20, donde comienza la serie de seminarios de esta última enseñanza en la que introduce un rebajamiento al predominio simbólico, homologándolo a lo imaginario y lo real, con el giro de su trabajo con los nudos.
Al cierre del IX Encuentro Internacional del Campo Freudiano en Bs As. 1996, Miller dicta la conferencia Adiós al significante en la que empuja a una práctica psicoanalítica basada en el divorcio del significante y el significado, y el nuevo matrimonio del significante y el goce.
Estas definiciones implican una revisión sobre la técnica misma del psicoanálisis, la interpretación. Radicaliza Miller[1] la indicación al decir que la edad de la interpretación ha quedado atrás -como acto del analista- puesto que la interpretación no es otra cosa que el inconsciente. Es el inconsciente el que interpreta, entonces ¿para qué interpretar más? Si lo hace, aparece un nuevo sentido, tal como el inconsciente.
¿Qué es el inconsciente? pregunta. El inconsciente se encuentra en el decalage –el desfase que se repite, desde lo que quiero decir hasta lo que digo- como si el significante desviara la trayectoria programada del significado. Es “rata” lo que aparece en el Hombre de las ratas en el decalage, en el desvío significante.
Si el analista se calla, es el inconsciente el que interpreta. El ciframiento es el goce del inconsciente, y para tratarlo hay que salir de la estructura de lenguaje significante-significado. La tentativa de Lacan de integrar este goce es lo que él denominó objeto a.
Se abre una dimensión diferente donde podemos concebir al lenguaje solamente como una elucubración de saber sobre lalengua. El concepto de significante ligado al significado desfallece, no logra captarlo, lo dificulta el goce pegado al significante.
A partir de este momento la interpretación ya no es la misma interpretación de Freud, la de los sueños, o con la que descifra los síntomas recuperando el sentido que ha sido reprimido, que siempre es sexual.
Avanzando a grandes rasgos, lo que Lacan va a traer es el inconsciente no interpretable, es decir, el inconsciente real.
La vía que se abre aquí, en el desarrollo de esta enseñanza, no es la de añadir “eso quiere decir tal cosa”. Es la de introducir un vacío entre S1 y S2, entre el significante enigmático S1 y el significante de saber S2. Reducir al Uno, como lo hace el fenómeno elemental que pone en evidencia la presencia del significante solo, privado del otro significante que le daría sentido.
La vía del análisis –al menos en la neurosis- es la de no añadir sentidos porque en este caso el inconsciente está siempre produciendo sentidos. Lo que hay que introducir es el reverso de esta dirección, reteniendo los S2 para que se despeje S1, reconduciendo al sujeto a los significantes elementales sobre los que su neurosis misma es un delirio, es decir, despejándolos de toda la fantasmática desplegada, de todas sus construcciones de sentido en los que está atrapado.
El significante unario, insensato, es como el fenómeno elemental que hace palpable el estado original de la relación del sujeto con lalengua. El sabe que le concierne pero no sabe qué sentido tiene. Aquí sitúa Miller el corte como postinterpretación que separa el S2 del S1: S1 // S2.
Se trata de situar cómo el sujeto fue alcanzado por el significante e hizo una marca de goce en su cuerpo. Miller, en Sutilezas analíticas, propone un cambio de pregunta ¿Qué goza allí? en lugar de ¿Qué quiere decir eso?
A partir del golpe del S1, el sujeto usó el aparato de significar y comenzó a darle tratamiento por la vía de lo simbólico desplazándolo en la cadena significante al encontrar un S2 que le da sentido. Lacan ha advertido que dar más sentido con la interpretación sólo inflará más el síntoma.
El acontecimiento de cuerpo, pura percusión del cuerpo por la palabra, golpe recibido en el encuentro con el significante, encuentra tratamiento introduciendo una significación. Aquí el Uno se enlaza a la cadena significante y se produce repetición desde el inconsciente que cifra goce por medio del sentido.
El concepto de Iteración que utiliza Miller en el seminario El ser y el Uno, da cuenta de otro camino frente al golpe del significante, con su efecto mayor que es el agujero.
El camino de la iteración es lo que resta al trabajo de descifrado del inconsciente, lo que queda estático. La característica de la iteración es lo estacionario, la inercia (Miller, 15.06.2011). La práctica analítica se orienta a lo real tomando esa dirección que es la reducción al Uno, a la insistencia de la dimensión autista del S1 solo.
En el trabajo analítico hay que tener en cuenta entonces, que a partir del acontecimiento de cuerpo, del golpe del significante, está esta segunda vía, que no es la que lleva la marca a la significación, la pasa al lenguaje y a la repetición, donde el inconsciente hace su función de intérprete. Esta otra es la vía de la iteración, en lugar de la repetición. El Uno, lo ininterpretable, el inconsciente real.
Lo que testimonian los Pases, es la invención del nombre de la singularidad, nombre propio que es nombre de goce en el punto de vacío entre la palabra y lo real del significante. Conocemos lo que es ser El soplo del padre. O ser la que arruina la fiesta del Otro. Sin embargo, Miller señala que lo estacionario produce un cierto desgarramiento, y el empuje de la invención no corrige lo estacionario del sinthoma. De hecho, es lo que dice Lacan que hay que “hacer con eso” (saber hacer), con lo que hay al final del análisis.
Como dice Miller (sesión de Mayo18, 2011) el paso en la experiencia del análisis va desde la falta en ser a la existencia “Il y a”, el Hay, que es también el paso de la verdad y deseo, a vérselas con el acontecimiento de cuerpo, el Uno y el cuerpo, goce más allá de la resolución del deseo, que sitúa como un más allá del pase.
Dice también que en el último tramo de la enseñanza de Lacan da cuenta de una exaltación del agujero y que es preciso ver que viene a reemplazar la función edípica de la prohibición y la falta. En el modelo del nudo borromeo el agujero está en el nivel de lo real.
Leer el síntoma, este ejercicio del analista transferido al analizante durante la experiencia analítica, es la propuesta de Miller (3.04.2011)[2], para llevar el análisis a la escritura como lo fuera de sentido, a la materialidad de la letra. “La letra en tanto que produce el acontecimiento de goce que determina la formación de los síntomas”.
“la interpretación como saber leer apunta a reducir el síntoma a su fórmula inicial, al encuentro material de un significante y el cuerpo, al choque puro del lenguaje sobre el cuerpo… Para tratar el síntoma hay que pasar por la dialéctica del deseo, pero también es necesario desprenderse de los espejismos de la verdad que ese desciframiento les aporta y apuntar más allá a la fijeza del goce, a la opacidad de lo real”.