
LO QUE RESTA DEL TIEMPO. 1
María Cristina Giraldo
La sesión, en la práctica de la orientación lacaniana, no opera regulada por una relación contractual sobre la cantidad de tiempo establecida a priori, el monto de los honorarios y la producción de sentido por parte del analista. De un lado, porque lo esencial de la experiencia analítica en nuestra orientación es el sujeto como categoría ética y no técnica, y del otro, porque el ser de goce escapa al sentido y no se puede regular conforme a las reglas del positivismo, ni homologar a las leyes del mercado.
El analista lacaniano maniobra en la sesión con lo que resta del tiempo, sin que exista equivalencia entre la duración de la sesión y el costo de la misma. En otras prácticas, el tiempo está equiparado al dinero y ambos están establecidos en términos de la inversión realizada para adquirir el producto del saber significante del analista. En la orientación lacaniana no se trata del tiempo cronometrado, que tan eficaz es a la técnica, sino del tiempo lógico. Es en esa dimensión de la temporalidad, en la que se inscribe el valor del acto analítico, no en su aporte de sentido al síntoma del analizante, ni en la relación costo-cantidad de tiempo contratado.2 En el hallazgo del Kairós3 de la sesión para el acto analítico, se pone en juego la pregunta por la temporalidad del inconsciente, ligada a las pulsaciones del ser de goce del analizante.
El encuadre conformado por reglas técnicas y prescripciones, utilizado como modelo en algunas prácticas clínicas, es consecuente con el Yo y con la identificación como fin y, por tanto, puede instalarse en las secuencias idénticas y arbitrarias del tiempo físico medido por el reloj. Sí de lo que se trata no es del Yo, sino del ser de goce, la práctica se inscribe en la dimensión ética y se sostiene en los principios del método. El deseo del analista lacaniano es el operador lógico de la cura y en tanto se trata del sujeto de la pulsión, se apunta a un saber en el analizante sobre la marca de su goce. Conducir una cura hacia el descubrimiento del rasgo unario que nombra al sujeto, no puede estar en la vía de la identificación, ni de la lógica del “igual para todo sujeto”; la clínica del S1 es, por ello, consustancial a la desregularización de la práctica.
Un interrogante hace de agujero en la ligazón entre el ser y el tiempo, uno de los principios de la práctica lacaniana: ¿de qué tiempo se trata? Apelar a Heidegger en busca de una respuesta, nos aporta una diferencia entre el tiempo y la temporalidad: el ser-ahí no es el tiempo, sino la temporalidad…ser de la temporalidad significa una realidad desigual.4 Mientras el tiempo medido por el reloj tiene ex-sistencia con relación al sujeto del goce, la temporalidad de la pulsión guarda consistencia con él, es lo que resta del tiempo cronológico.
Es la temporalidad de la pulsión la que marca al sujeto en su singularidad, cuando tiene la certeza de encarnar la irrupción de su real, que deja por un momento fugaz de ser evanescente e inasible. Lo que el acto analítico puntúa es al ser de goce en su discordancia con el tiempo cronológico, con el sentido y con las prescripciones y proscripciones establecidas conforme a un ideal de normatización, que no toma en consideración ni la demanda, ni la particularidad de cada sujeto. En oposición a ello, la técnica estándar puede igualar la medida del tiempo del analista para todo paciente, porque hay una forclusión, no del tiempo cronológico, sino de la temporalidad desigual de la pulsión y del Uno del sujeto del goce del analizante.
Propongo entonces un anudamiento entre la pregunta por la maniobra con el tiempo como principio de la práctica lacaniana, la temporalidad del sujeto en análisis y el carácter asemántico de la sesión, en tanto la respuesta del analista puntúa el ser de goce y corta la producción del sentido inconsciente. El valor de invención del acto analítico y el Kairós en la maniobra con el tiempo, están supeditados al concepto de inconsciente con el cual se opera en la experiencia.
Sabemos que el carácter moebiano de la enseñanza de Lacan, así como la práctica que se orienta por ella, implica de suyo una ruptura con todo estándar, en tanto permite la continuidad de tesis diferentes sobre las dos caras del inconsciente: la simbólica y la real.5. De ellas cernimos la derivada de la última enseñanza que está en la vía de situar el sentido, para ir en dirección a lo real y sobre el saber hacer con la oposición entre ambos. La cara real del inconsciente conduce a la clínica del S1, de los significantes por aislar en el síntoma. Esta lógica del no todo sentido, separa lo real, de lo que puede producir significación y articularse como significante.
La perspectiva de la práctica que va en dirección al inconsciente como tropiezo y error, que da cuenta de la disarmonía entre lo real, lo simbólico y lo imaginario6 requiere, para que se realice en el analizante un saber en lo real, apuntar a la certeza efímera del sujeto de encarnar algo de su ser pulsional, a la fuga de sentido, con sesiones asemánticas e intervenciones en la dirección contraria a la repetición significante y al sentido congelado por el funcionamiento inconsciente. De ahí que sea la autoridad de principios de la práctica lacaniana enunciados como: la imprevisibilidad, la interpretación al revés, la política de la sorpresa,7 la posición del analista como objeto versátil que opera en la dimensión de lalengua, el analista como sorprendedor de lo real del analizante, la sesión lógica que corta la significación inconsciente, los que sustentan la temporalidad de la sesión.
En el análisis, en tanto se trata del tiempo lógico, entra en escena lo que Cronos desecha, lo que resta del tiempo, que muchos analistas de la AMP han situado: el tiempo para comprender que se inaugura entre sesiones, el de la espera activa, el de la contingencia, el de la precipitación, el lapso del saludo y el de la despedida, el de la vacilación, el de la urgencia, el de las formaciones del inconsciente que irrumpen bajo transferencia, en esos restos emerge la temporalidad del goce de cada sujeto.
Con relación a la pregunta por el tiempo, nos conducimos según la paradoja de San Agustín: Si no me preguntan qué es el tiempo lo sé, pero si me lo preguntan no lo sé. Nos sabemos seres de la temporalidad, pero en la construcción de una reflexión sobre el tiempo en la práctica lacaniana, llegamos a la argumentación de algunos principios y a la formulación de un no saber sobre el cómo hacer; es en la no reducción de ese agujero que puede darse la invención: ¿Cuál la relación de ese naufrago de ideales e identificaciones que es el analizante lacaniano, con esos restos del tiempo?; ¿qué separa la maniobra del analista con el tiempo de la sesión, de la temporalidad del goce del analizante? Allí donde la inercia de la repetición amenaza con domeñar la experiencia analítica y el inconsciente reclama un sentido que suture la separación entre el S1 y el S2 ¿qué acto hace de barra entre el sentido y lo real para que advenga algo nuevo? ¿Cómo inaugurar una erótica del tiempo en una sesión lógica 8 que corte el automatón y, en un afuera del sentido, precipite un momento de concluir?
1 Este texto fue publicado en el N° 5 de Kairós, correo aperiódico del seminario “La práctica lacaniana”, coordinado por Juan Fernando Pérez y María Cristina Giraldo.
2 Retomo la línea propuesta por Miquel Bassols quien interroga la equivalencia sentido-tiempo-dinero en su artículo Lógica de la sesión corta. XXXII Jornadas de la ECF- ELP. París, Octubre de 2003
3 Término aristotélico, propuesto por Miquel Bassols para designar el momento oportuno en la sesión analítica.
4 El concepto de tiempo. Madrid: Trotta, 1999
5 Tesis propuesta por Lacan y desarrollada por Jacques-Alain Miller, punto de partida de Ricardo Seldes en Indicaciones y contraindicaciones en la práctica lacaniana. Seminario dictado en Octubre del 2003 en la Nel Medellín
6 Miller, Jacques-Alain. Lo real y el sentido. Buenos Aires: Colección Diva, 2003.
7 Principios lacanianos sobre los que hay importantes desarrollos en los trabajos de Graciela Brodsky, Jacques-Alain Miller, Ricardo Seldes, Miquel Bassols, Jesús Santiago, Vicente Palomera.
8 Expresiones de Jacques-Alain Miller.